El poema “El herido”, del español Miguel Hernández, cuya segunda parte inmortalizara Serrat en una de sus bellas canciones, es una justificación de la lucha (y hasta de la muerte) por la dignidad de la vida, y es, asimismo, un canto a la esperanza en medio del sufrimiento más atroz, como es el que se siente en la guerra. En el caso del poema de Hernández, una esperanza amenazada por la misma desesperanza, una esperanza que “sangra y lucha” para no morir. Esa esperanza a punto de desfallecer que había en tantos corazones españoles heridos por la guerra civil. España estaba arrasada por una lucha encarnizada, sangrienta, entre republicanos y nacionalistas.
Pero no es necesario estar herido por la guerra literal, desnuda y descarnada para sufrir, no. A menudo hay mantos de disimulada paz debajo de los cuales se llevan a cabo violentas situaciones que hieren a más no poder a los corazones inocentes. La devastación de la estructura económica de un país a manos de la corrupción o de la incapacidad política, trae consecuencias nefastas en la sociedad, como la pobreza. Y lo mismo sucede cuando el delito, en sus diversas formas, se apodera del tejido social sin que las autoridades, por ineptitud o indiferencia, hagan algo para mitigarlo: el efecto inmediato y atroz siempre es el sufrimiento del ser humano común. Por supuesto que hay otras circunstancias que hacen posible la angustia, la tristeza social, como la ignorancia a consecuencia de una educación inexistente, mediocre o pésima.
Fastidia leerlo, escucharlo, verlo, pero el sufrimiento es una de las realidades argentinas. Un sufrimiento dado por una casta que ha hecho prisionera a gran parte de la masa social seguidora, admiradora o militante de todo signo, la ha encandilado, hechizado, la ha fascinado con sus burdos cantos de sirena (léase promesas y discursos ideológicos apócrifos).
Sin embargo, llegará el día (y es de esperar que no tarde) en el que lo mismo de siempre y malo sea vencido por lo nuevo y bueno. Llegará el día en el que la verdad rompa el encanto y esa masa social despierte, luche con las armas que no son otras que su poder para discernir y elegir bien y termine con la historia sin fin. Llegará el día en que la mentira no sea la verdad y la promesa un vil incumplimiento; el día en que la mediocridad se vea como lo que es y la corrupción encuentre su lugar en la justicia. El día en el que se cumplan aquellos versos del poeta:
“Retoñarán aladas de savia sin otoño / reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. / Porque soy como el árbol talado, que retoño: / porque aún tengo la vida”.
Porque demasiadas heridas ha infligido la casta sobre los corazones argentinos, que aún palpitan, que aún tienen la vida. Pero para ser como el árbol talado que retoña, hay que liberarse del hechizo, no dejarse comprar por tres denarios, luchar con el discernimiento, romper con lo de siempre y elegir otra cosa.
Y la divulgación y esclarecimiento de estas cosas, es una obligación de los independientes que aman a la Patria y que quieren para sus hijos y para todos una vida mejor. Habrá una generación que al fin pueda decir junto con nuestro gran poeta Leopoldo Díaz:
Patria es la tierra donde se ha nacido,
Patria es la tierra donde se ha sufrido,
Patria es la tierra donde se ha luchado,
Patria es la tierra donde se ha vencido.
Amén