Ríspico, tecladista del grupo rockero Turf, aseguró que la música de videojuegos estaba entre sus más «grandes influencias» y adelantó que vuelve a los escenarios con canciones «muy extrañas, como de autoayuda» que compuso sin buscar «bajar un mensaje de positivismo para los demás».
El músico retomará su repertorio como solista para una única presentación este domingo en Camping, en avenida del Libertador 999, en una fecha compartida con su ladero de siempre Lea Lopatín.
«Estuvieron descansando mucho tiempo y ahora las vuelvo a presentar en su formato original, con el audio de esos teclados y esas máquinas de ritmo tan particulares. Va a ser una forma cruda y muy directa de hacerlas. Son canciones muy extrañas, como de autoayuda, pero que no hice pensando en querer bajar un mensaje de positivismo para los demás», señaló el músico.
Eran tiempos de «Turfshow», cuando Nicolás Ottavianelli, nombre real de Ríspico, comenzó a darle forma a sus canciones y a hacerlas circular en ediciones caseras que en los últimos días comenzaron a ser relanzadas en sus plataformas digitales: «Son todas visiones personales acerca de distintas facetas de la vida. Por eso es una necesidad salir a cantarlas, porque estuvieron escondidas mucho tiempo», agregó.
«Era muy chico, me había independizado y creo que eso despertó algo en mí. Como una nueva forma de expresión muy particular a la que le empecé a dar vueltas y a darle forma de canción. Entre esa época y los seis años siguientes hice un montón de grabaciones muy precarias, porque los recursos eran mínimos, pero el corazón era grande al igual que las ganas por expresar lo que me pasaba interiormente», recordó.
Aquel material, que recorre con humor ácido y oscuridad sus propias experiencias a través de un sonido rústico y electrónico, terminó por cobrar su forma definitiva cuando llegó a sus manos un lote con más de cien teclados que acabaría por darle «el audio para representar las letras y las melodías que estaba escribiendo»: «Un soporte que necesitaba para lo que fue la base para mi repertorio solista plasmado en cinco discos».
Tiempo después de la separación de Turf en 2007, armó una banda para grabar y presentar oficialmente su faceta en solitario, pero el regreso con el grupo que integra desde 1997 acabaría por alterar las prioridades, sumado a su incursión como miembro de la banda de Coti Sorokin y como producto en Estudios Cathedral, epicentro de las grabaciones de «Random», el último disco de Charly García por el que acabaría conquistando un Premio Gardel junto a su socio y amigo Fernando Caloia.