Recomendaciones para prevenir y tratar la anafilaxia


Enrojecimiento, ronchas, picazón e inclusive vómitos o diarrea pueden ser síntomas de anafilaxia, una reacción alérgica severa y repentina que afecta las vías aéreas, comprometiendo la respiración y/o el aparato digestivo o el sistema cardiovascular, con posibles descompensaciones neurológicas, todas situaciones potencialmente graves e incluso mortales.

Así definieron los especialistas de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC) a la anafilaxia, la reacción alérgica más temida por médicos y pacientes, que se calcula es sufrida por el 1,6% de la población general, con una prevalencia de 0,05 a 2%.

Por esta razón, la Organización Mundial de Alergia (WAO por su sigla en inglés) estableció que este año la Semana Mundial de la Alergia, que se conmemora del 13 al 19 de junio, tenga como eje temático a la anafilaxia, con el objetivo de crear más conciencia sobre estos cuadros que están considerados como una urgencia médica y sobre los cuales existe un importante desconocimiento y subdiagnóstico.

«Los episodios de anafilaxia suelen desencadenarse en personas susceptibles a la exposición a distintos alérgenos, siendo los más frecuentes los alimentos, la administración de algunos medicamentos y el veneno de la picadura de determinados insectos, como abejas, avispas o la hormiga colorada. Ante un antecedente de anafilaxia o contacto con lo que se sabe alérgico y el comienzo de síntomas que involucren 2 o más órganos corporales, debe tratarse en forma inmediata», afirmó Jorge Martínez, médico pediatra especialista en Alergia e Inmunología, Director del Comité Científico de Pediatría de la AAAeIC.

En tanto, María Eugenia Gervasoni, médica pediatra especialista en Alergia e Inmunología Infantil, ex Directora del Comité de Alergias Alimentarias de la AAAeIC, indicó: «Afortunadamente, las manifestaciones clínicas más frecuentes de alergia son las más leves como urticaria, hinchazón de partes blandas, rinitis, tos, deposiciones alteradas, vómitos y eczema, entre otras».

«De todos modos, la anafilaxia menos frecuente es la más severa, pudiendo incluir riesgo de muerte. La persona puede sentir picazón en todo el cuerpo, enrojecimiento, sensación de calor, aparición de ronchas (máculas y pápulas), prurito en el paladar, problemas para tragar, tos, afonía, dificultad para hablar y luego para respirar. También se puede acompañar de síntomas gastrointestinales como vómitos y diarrea, visión borrosa, pérdida de la fuerza y desvanecimiento», añadió Gervasoni.

Las causas de anafilaxia varían según la edad, siendo la alergia a los alimentos la más frecuente en la infancia y a los medicamentos, en la edad adulta, por lo cual en niños, los alimentos más comúnmente implicados son la leche de vaca (en primer lugar), el huevo, cereales, maní, frutos secos, pescado y mariscos.

Datos epidemiológicos indican que en la última década aumentó la prevalencia de las enfermedades alérgicas, especialmente las alergias alimentarias, con una mayor duración de cada episodio y con la presentación de casos más severos.

Proyectando valores de incidencia internacionales, se estima que cerca de 250 mil niños menores de 5 años en el país presentan algún tipo de alergia alimentaria.

Entre las situaciones que incrementan el riesgo de desarrollar algún tipo de alergia alimentaria, se destacan los nacimientos por cesárea, en los que la microbiota del niño no recibe las bacterias buenas (y protectoras) que le confiere su paso por el canal vaginal en el parto, el uso temprano de antibióticos en el niño y la ausencia de lactancia materna.

«Para poder prevenir las anafilaxias, ante todo, deben diagnosticarse correctamente las alergias para indicar el tratamiento adecuado y el plan de acción establecido para cada tipo de alergia. Si el paciente ya presentó un cuadro anafiláctico, o tiene alto riesgo de desarrollarlo, debe tener siempre consigo la medicación adecuada que -de primera elección- es la adrenalina, la que debe ser inyectada en forma inmediata por vía intramuscular, para luego trasladar al paciente a un centro de atención médica», destacó Martínez.

Gervasoni, quien también es integrante del Comité de Alergia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) señaló a su vez: «En el caso de las alergias alimentarias, para evitar llegar a los episodios de anafilaxia, se recomienda la eliminación en la dieta del alimento que produce la alergia. Particularmente, en la alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV), el niño debe suspender la ingesta de leche y de todos sus derivados».

«Si es lactante, deberá suspenderlos también la mamá, ya que transmite la proteína en la lactancia. Dicha proteína está presente en purés, panificados, manteca, flanes y demás postres lácteos, dulce de leche, salchichas, embutidos, tartas y empanadas, y cualquier otro producto que incluya leche en su elaboración», agregó Gervasoni.

En aquellos casos en que no sea posible mantener la lactancia, será necesario reemplazarla por fórmulas infantiles especiales, indicadas y prescriptas por el médico alergólogo, gastroenterólogo o el pediatra.

Respecto de la prevención y los cuidados que deben mantenerse para enfrentar los episodios de anafilaxia, Gervasoni incluye a todos aquellos ámbitos en los que participa el individuo, como su lugar de trabajo, domicilio, club y escuela, entre otros.

«En el caso de niños con riesgo de anafilaxia, los adultos responsables deben estar informados de la alergia del niño, saber reconocer una reacción alérgica y estar capacitados para comenzar con el tratamiento ante una exposición accidental», dijo.

Por su lado, Martínez manifestó: «La mayoría de los cuadros de anafilaxia son tratados en su inicio por los médicos de guardia y de atención primaria, pero sólo el 50% es derivado al médico especialista. Debemos tener en cuenta que es el especialista el que debe diagnosticar el causante de la anafilaxia, indicar las pautas de alarma al paciente y a su familia y el protocolo de acción ante el inicio del cuadro».

«Sin ninguna duda, conocer exactamente a qué se debe su cuadro de alergia, tener un plan escrito de acción y la medicación necesaria, disminuye la angustia y mejora la calidad de vida de los niños y de sus familias», concluyó Gervasoni.