Alergias alimentarias en Argentina: unos 250.000 niños menores de cinco años la padecen 


Unos 250.000 niños menores de cinco años, es decir, uno de cada 12, sufren alergias alimentarias en Argentina, un trastorno “cada vez más frecuente” que afecta a entre el 6 y el 8% de las infancias a nivel global, según la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC) que a partir de hoy lleva adelante la Semana de la Alergia Alimentaria.

«La leche de vaca y el huevo, y, en menor medida, soja, trigo, frutos secos, pescados, mariscos y maní son los alimentos que más frecuentemente ocasionan este tipo de alergias, caracterizadas por una respuesta anormal y exagerada del sistema inmunológico ante la ingesta de esos alimentos», sostuvo el Claudio Parisi, médico especialista en Alergia e Inmunología, ex presidente de la AAAeIC.

Desde la organización explicaron que «hasta que se diagnostica y se trata debidamente, su impacto en la calidad de vida del paciente y de su entorno familiar las posiciona con un verdadero problema de salud pública», dado que el sistema inmunológico puede manifestar «reacciones desde leves hasta severas» que requieran hospitalización.

Los síntomas más frecuentes son enrojecimiento alrededor de la boca, ronchas, hinchazón en labios y párpados, malestares gastrointestinales, como cólicos, vómitos, reflujo, diarrea y sangrado en la materia fecal, entre otros.

Para concientizar sobre esta problemática, entre hoy y el viernes la AAAeIC realizará actividades para profesionales de la salud y otras dirigidas a la comunidad a través de las redes sociales, en el marco de la Semana.

«Las alergias alimentarias se originan mayoritariamente por una condición genética de base y, la mayoría de las veces revierten solas con el tiempo, encontrando su período de mayor prevalencia desde el nacimiento hasta los tres años», sostuvo Karina López, médica especialista y directora del Comité de Alergias Alimentarias y Anafilaxia de la AAAeIC.

Otras situaciones que contribuyen o podrían predisponer al desarrollo de las alergias alimentarias son una mayor cantidad de nacimientos por cesárea, donde la microbiota del niño no recibe las bacterias buenas (y protectoras) que le confiere su paso por el canal vaginal en el parto, el uso temprano de antibióticos en el niño y la ausencia de lactancia materna.

«Ser alérgico a alimentos es una condición que tiene que ver sobre todo con las medidas higiénico dietéticas ambientales adoptadas desde la concepción, en relación con el consumo, la preparación de los alimentos, el uso de múltiples aditivos y la automedicación, todos factores que van cambiando microbioma que permite la tolerancia de los alimentos como tales», dijo a Télam la médica especialista María Eugenia Alul, integrante de la comisión directiva de la Fundación para el Estudio del Asma y otras Alergias (Fundaler)

La especialista explicó que «el microbioma está compuesto por diferentes antígenos que nacen, viven y mueren con nosotros que se llaman gérmenes o patógenos comensales y forman parte de una barrera de defensas» que el organismo va desarrollando con el tiempo y por eso estos cuadros son más frecuentes en la primer infancia, cuando «no está preparado para recibir alérgenos alimentarios», pero posteriormente «el sistema inmunológico empieza a desarrollar más anticuerpos» y alimentos que producían una reacción alérgica, ya no lo hacen.

En este sentido, Alul explicó que la temprana incorporación de leches maternizadas o alimentos ultraprocesados «facilita que el sistema inmunológico desarrolle reacciones inmunológicas frente a antígenos antes los cuales no desarrolló la defensa».

«Si bien no existe una estrategia específica para prevenir la aparición de las alergias alimentarias, se recomienda -entre otras- favorecer el parto natural, mantener la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y complementaria hasta los dos años, evitar el uso de antibióticos innecesarios y fomentar en la madre una dieta variada y saludable sin restricción de alimentos alergénicos, durante el embarazo y la lactancia», recomendó Parisi

A su turno, Alul, explicó que está aumentando la prevalencia a nivel internacional «y los cuadros tienen una duración más prologada de la esperada”, es decir que se tarda más “en revertir la inflamación alérgica de alimentos».

«Pero además las reacciones que producen son cada más severas, la inflamación toma más órganos y hay casos de alimentos que están debutando con reacciones alérgicas graves como la anafilaxia», dijo esta médica y docente universitaria que dirige el Centro de Inmunología Pediátrica, Asma y Alergia de Tucumán.

El tipo de alergia alimentaria más frecuente es a la proteína de la lecha de vaca (APLV) que se clasifica, según su mecanismo, en tres diferentes subtipos: las de inicio rápido luego de la exposición al alimento, generalmente más fácil de diagnosticar; las de respuesta tardía, lo que hace que muchas veces no se relacione la reacción alérgica con la ingesta del alimento o no se tenga tan claro qué tipo de alimento la produce; y las mixtas, en las que la reacción alérgica muchas veces es inmediata pero otras puede manifestarse tanto de forma inmediata como retardada.

En todos los casos, el tratamiento presenta un pilar fundamental que es la exclusión absoluta del alimento involucrado, es decir, la suspensión del consumo de todo producto lácteo o derivado o que presenta esa proteína en su elaboración; lo que, en el caso de niños que bajo lactancia materna, se debe extender a la madre.

Para cuando no es posible mantener la lactancia, la dieta de exclusión resulta insuficiente y el cuadro patológico esté justificado, es necesario reemplazarla por fórmulas infantiles especiales, indicadas y prescriptas por el pediatra o el médico alergólogo o gastroenterólogo, las cuales están cubiertas en un 100% por la seguridad social para el tratamiento de la APLV, explicaron desde la Asociación.

«Paralelamente, y siempre bajo indicación y seguimiento del pediatra, deberán introducirse en la dieta del niño aquellos alimentos a los que no sea alérgico», dijeron desde la AAAeIC.

Por otro lado, desataron la importancia de diferenciar la alergia a la proteína de la leche de vaca de la intolerancia a la lactosa, dado que «si bien en ambas deben evitarse los lácteos», en este último caso «el tratamiento incluye consumir lácteos libres de lactosa o tomar suplementos de lactasa, mientras que en la APLV es necesario evitar por completo todo alimento que contenga la proteína de la leche de vaca».

«Para evitar los episodios alérgicos en la escuela, de por sí muy frecuentes, el niño debe mantener dietas estrictas no siempre fáciles de cumplir, pudiendo afectar la interrelación con sus pares y generando situaciones de ansiedad y estrés, por lo que es indispensable un abordaje integral que incluya a la familia, los docentes, la comunidad y el personal de salud para trabajar juntos y propiciar lo mejor para la salud y calidad de vida del niño», concluyó López.