Reconocerla es clave para su prevención; sin embargo, los profesionales advierten de que sus síntomas se confunden con otras enfermedades, como la gripe o, incluso, la COVID-19.
La meningitis afecta a más de 12.000 españoles cada año y, dependiendo de su origen, puede llegar a ser mortal.
Se trata, dicen los expertos, de una inflamación de las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal; está considerada una de las primeras causas de muerte entre niños y adolescentes.
Según la Asociación Española contra la Meningitis (AEM), puede ser de origen vírico -benigna y de consecuencias leves- o de origen bacteriano.
Esta última es la más peligrosa y, además, puede derivar en sepsis (respuesta grave e inflamatoria ante bacterias) cuando la infección se desplaza por el torrente sanguíneo.
“Cualquier persona puede contraer meningitis o sepsis, pero los grupos de mayor riesgo son los niños menores de 5 años y los jóvenes de entre 15 y 24″, esclarece el doctor Federico Martinón, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
La meningitis de origen bacteriano, la más peligrosa, puede resultar mortal en el 10 % de los casos, indica Martinón. Hasta un 20 % de las personas que sobreviven quedan con minusvalías u otras secuelas graves, como pérdidas sensoriales, daños cerebrales o amputación de miembros.
La Sociedad Española de Neurología (SEN) apunta a la saliva, las gotas que se desprenden al hablar, la tos o el estornudo como principales vectores de contagio.
Síntomas más comunes
Los profesionales coinciden en que el reconocimiento precoz de síntomas y mantener un elevado nivel de sospecha y alerta, es fundamental para una curación total.
Según informa la SEN, es en primavera y en otoño cuando se concentran el mayor número de casos, sobre todo de las meningitis víricas, las más comunes.
Por esa razón, los expertos indican que un tratamiento rápido y adecuado mejora de forma drástica el pronóstico, especialmente cuando la causa es bacteriana.
Los síntomas más comunes, según la Sociedad Española de Neurología, son:
- Cefalea y fiebre, los más comunes, presentes en más del 80 % de los casos.
- Rigidez en la nuca, al menos el 40 por ciento.
- Pérdida del control muscular o de la coordinación de los movimientos voluntarios.
- Alteración del estado mental o afectación de pares craneales, con la consiguiente pérdida de olfato, gusto, vista y/u oído. También puede perderse la sensibilidad o expresión facial, el equilibrio o dificultad para hablar o tragar.
Otros menos habituales son las crisis epilépticas, que si bien suelen estar presentes en el 10 % de los casos, en los niños pueden llegar a presentarse hasta en el 50 %, detalla la SEN.
No todo es COVID-19
Aunque sus síntomas son claros, no lo son tanto a la hora de distinguir su causa. Los expertos lamentan que algunos de sus principales síntomas se confunden -tanto en la bacteriana como vírica- con otras enfermedades infecciosas, como la gripe.
“Desgraciadamente, se confunden con los síntomas que acompañan a otras enfermedades infecciosas banales, tales como fiebre, irritabilidad en los bebés, dolor de cabeza en los niños mayores, decaimiento, vómitos y rechazo de la alimentación”, incide la doctora Cristina Regojo, presidenta de la Asociación Española contra la Meningitis (AEM).
Aun así, existen síntomas que pueden orientar hacia la enfermedad meningocócica antes de que aparezcan otras manifestaciones más específicas, según esta doctora.
“Estos pueden ser dolor en las piernas, pies y manos fríos o color pálido violáceo de la piel, disminución del nivel de conciencia y convulsiones“, enumera la presidenta de la AEM.
La experta añade a estas manifestaciones la aparición de petequias como otro signo significativo de la enfermedad.
“Son pequeñas manchas de color rojo o morado que normalmente aparecen primero en el torso y, en poco tiempo, se extienden por el resto del cuerpo“, especifica.
Además de confundirse con otras infecciones, también puede confundirse con la covid. La fiebre es uno de estos síntomas que, actualmente, se relaciona antes con el coronavirus que con una posible meningitis.
“No debemos pensar que todo cuadro febril en este periodo, aunque es lo más probable, vaya deberse a COVID-19”, estima el doctor Santiago Trillo, de la SEN.
Vacunas, tratamiento más efectivo
En las últimas décadas, la incidencia de la meningitis se ha visto reducida “significativamente” en países como España.
Así lo asegura la doctora Laura Llull, también de la Sociedad Española de Neurología, quien afirma que se debe principalmente a las vacunas.
Más allá de las vacunas, la doctora Llull explica que la COVID-19 ha tenido un impacto positivo en la población al mejorar los hábitos de higiene. Junto con las medidas de seguridad, estas nuevas rutinas preventivas han evitado “muchos casos de meningitis”.
“Por el contrario, en lo últimos años, se venía observando un incremento de los casos de infección por agentes importados, principalmente por el aumento de los viajes internacionales y las migraciones. Tener en cuenta estos cambios en la epidemiología de la meningitis, también es relevante para mejorar su diagnóstico”, señala la doctora Llull.
No obstante, la situación pandémica también presenta otra cara: la de la reducción de vacunas contra la meningitis, según el estudio Recuperando las coberturas vacunales perdidas en la pandemia de COVID-19.
Los resultados de la investigación indican que las coberturas vacunales han descendido en todas las comunidades autónomas entre un 5 y un 60 %, dependiendo de la edad y del tipo de vacuna.
La disminución de la vacunación es más patente en el caso de las vacunas no financiadas.
“Aunque se ha notificado algún caso de meningitis en pacientes con COVID-19, este es un virus que no tiene al sistema nervioso central como diana de la infección. Los casos de meningitis en pacientes con COVID-19 son raros y muy esporádicos”, concluye la doctora Laura Llull.
Por Noelia Izquierdo Romero
Fuente: EFE Salud
Foto portada: Una científica examina el líquido cefalorraquídeo de un paciente con sospecha de meningitis fúngica/EPA/CENTERS FOR DISEASE CONTROL