La Cabo Ortega vive en las afueras del faro, con su hijo Gael de 2 años y su pareja, quien es bombero y empleado municipal. “La ciudad me gusta, es muy tranquila, familiar, y se puede disfrutar entre otras cosas, de la playa durante todo el año”, expresó Karina quien nació lejos del mar, en San Salvador de Jujuy, y que a la edad de 4 años se fue a vivir a la ciudad de Palpalá con sus padres y 4 hermanos.
En el faro, las actividades de Karina son realizar guardias y contribuir al mantenimiento de la torre de 54 metros de altura sobre el nivel del mar y el predio de 4 hectáreas donde se emplaza.
Karina contó cómo se cambia manualmente la enorme lámpara de luz del faro que cuenta con electricidad urbana y es fotocélula, es decir, cuenta con una plaqueta programada que se prende sola y una baliza de emergencia automática.
El faro puede ser visitado por el público en general, teniendo los recaudos correspondientes en virtud de la pandemia producida por el COVID-19; en la base del faro hay un pequeño museo donde se exhiben los restos óseos de una enorme ballena hallada en las costas del balneario y otras curiosidades.
Para evitar que los buques se aproximen a la zona de arenales, sobre todo cuando los vientos y las tormentas dificultan la navegación y orientación, la gran altura del faro de Claromecó permite ser visto a unos 48 kilómetros de distancia. De día, se identifica por sus 5 franjas horizontales pintadas de blanco y 5 de negro; y de noche, por la luz blanca que destella, tres veces cada 30 segundos.
Cuenta con 278 escalones y, en poco tiempo, el faro será parte de los faros centenarios del país: su construcción comenzó en diciembre de 1921 y se habilitó el 20 de octubre de 1922. Además de estar próximo a cumplir los 100 años, es uno de los faros más altos de la costa argentina junto al Querandí, solo superados por el Recalada a Bahía Blanca en Monte Hermoso.
Desde Jujuy a la costa atlántica
“Fue por mi hermano”, sonríe Karina explicando que fue él quien de alguna manera inclinó la balanza para que ingresara a la Escuela de Suboficiales de la Armada (ESSA) en el 2015.
“Una vuelta nos fuimos de vacaciones a Buenos Aires con mi familia y paseando por Puerto Madero mi hermano ve la fragata ARA ‘Libertad’ y dice que algún día iba a estar ahí porque quería ser marino, ‘si vos te vas yo te sigo le dije’; él tenía 11 y yo 10”, revivió aquel momento significativo.
Hoy David Ezequiel Ortega, su hermano mayor, es Cabo Primero Comunicante y está destinado en la Base Naval Ushuaia, Tierra del Fuego.
“Quería estar con él y seguir su ejemplo, y mis papás se pusieron muy contentos por eso”, relató la jujeña.
Al ingresar, Karina confesó que adaptarse a la vida naval fue difícil pero no imposible. “Cambiar de ritmo, tener más responsabilidades; es un mundo totalmente diferente al civil, el cambio es rotundo, por supuesto para bien, el mejor cambio en mi vida y se lo agradezco a la Armada”, destacó.
“La Armada Argentina es una gran oportunidad profesional y servir a la Patria, es un orgullo”, dijo la joven jujeña que está en la Institución hace 5 años, y habló de su futuro: “Me gustaría, en un futuro próximo poder navegar, hacer la Campaña Antártica, visitar los Puestos de Vigilancia en faros lejanos, trabajar en Señalización y Balizamiento en el mar. También tener la experiencia de trabajar en una base naval porque debe ser diferente –por la gran cantidad de gente que alberga– aunque creo que nos ayudaríamos entre todos como acá en el faro, que prevalece la camaradería y el trabajo en equipo”.
“Con la pandemia por el virus COVID-19 este año fue complicado, pero pudieron venir mi mamá y mis hermanas a visitarnos para Año Nuevo y fue una alegría compartir con ellas la fiesta”, aseguró detallando que extraña Jujuy y que en cada oportunidad que puede visita su Palpalá querido.
Karina Belén Ortega asistió a la Escuela Primaria Municipal “Marina Vilte” y al Comercial en el secundario; e hizo vóley de chica en el barrio de su infancia. Entre sus recuerdos y lo que añora de su provincia está la comida típica y nombró el picante de pollo y los asados, “el picante de pollo es una comida de Bolivia; que al estar tan cerca de este país nos vemos influenciados”.
Por Sofía Gutiérrez
Fuente: www.todojujuy.com