La pandemia de coronavirus dejó cientos de heroínas anónimas: quienes alimentaron a los que lo necesitaban, quienes siguieron trabajando en distintos ámbitos a pesar de los riesgos porque eran trabajadoras esenciales, las docentes y también las amas de casa, entre tantas otras. El diario El Eco de Tandil dio a conocer la historia de una mujer del barrio La Movediza 2 que emprendió la audaz tarea de brindar apoyo escolar a 21 chicos como si fueran sus propios hijos.
Paola Quero fue mencionada por el medio tandilense como “la vecina del corazón de oro”. Con una tremenda humildad se puso al hombro la tarea de ayudar a que 21 niños y niñas de su barrio pudieran seguir escolarizándose durante el pasado año de pandemia, mientras las escuelas permanecían cerradas.
En el contexto de clases virtuales, ni ella, ni muchos chicos del barrio contaban con computadora. Por lo que Paola contactó a las escuelas y las maestras les pasaron actividades y tareas por Whatsapp que ella transcribía durante el día y la noche, para pasárselas a los menores.
Todo comenzó cuando una vecina le dijo que ya no podía seguir mandando a sus niños a la maestra particular que los ayudaba con las tareas que enviaban los docentes a través de internet o mediante los cuadernillos otorgados por el Gobierno nacional. Fue entonces cuando Paola se ofreció a recibirlos en su casa y acompañarlos en la escolaridad.
“Las maestras me integraron al grupo de familias de la Escuela del Cerro, hicimos videollamadas y logramos que los nenes que iban últimos se pongan al día”, relató Paola a El Eco de Tandil.
Como su corazón es enorme, pero en la casa no entraban todos juntos, los dividió por grupos y horarios. “Fue difícil, yo fui aprendiendo a la par de ellos. Con lo que yo sé de mamá, les enseñaba como si hiciera la tarea con mis nenes”, comentó.
“Para mí, lo más importante es que los chicos puedan aprender, estudiar y pensar en un futuro. Prefería tenerlos todo el día en casa a que anden por la calle”, aseveró.
A lo largo de esos encuentros, Quero también les daba de comer algo, lo que tenía, lo que podía, porque a nadie le sobra nada. Aunque los mismos padres admitieron que “los malcriaba”, ya que cuando se cruzaba por la calle con los chicos le hacían pedidos y ella cumplía los deseos y, por ejemplo, los esperaba con tortas fritas.
La más grata noticia es que en diciembre la mayoría de estos estudiantes pudo entregar sus tareas, y ahora Paola seguirá trabajando con los que deben transitar la etapa compensatoria de febrero. Pero eso no será todo, ya que este espíritu, vuelvan o no las clases presenciales, llegó para quedarse y la “seño” lo garantizó. De hecho, fue un pedido de las propias maestras de la Escuela del Cerro, gracias al gran trabajo realizado.