Existe un fenómeno reconocido por médicos y psicólogos que tiene que ver con desbalances en la forma en la que las personas se alimentan y es denominado “hambre emocional”. Todas esas veces que se come sin realmente tener apetito, cuando se eligen alimentos ultraprocesados y llenos de azúcar, cuando se come por ansiedad. Todas aquellas veces que no se escuchan las sensaciones del cuerpo, se produce lo que se conoce como hambre emocional.
Tiene que ver con comer de forma impulsiva y excesiva, solitaria o socialmente. Son esos atracones que duran pocos minutos y llevan después a un sentimiento de arrepentimiento por no haber sabido controlar esa necesidad. Para algunas personas, esto se convierte en una dinámica habitual que genera serios problemas.
El hambre emocional se produce cuando se desligan los alimentos de su función de nutrición y se usan como un regulador de las emociones. El hambre emocional se caracteriza, principalmente, por dos aspectos:
Necesidad de comer, incluso sin sentir hambre fisiológica: la tentación de abrir la heladera por aburrimiento, tristeza o ansiedad se convierte en una necesidad imperiosa en quienes padecen hambre emocional. Del mismo modo, cualquier festejo o celebración se acompaña de una ingesta excesiva que poco tiene que ver con el hambre real.
Sentimiento de culpa: indefectiblemente, tras estos atracones, viene el arrepentimiento. A corto plazo, comer emocionalmente puede aliviar los estados de ánimo negativos. No obstante, a la larga, puede generar obesidad y otros problemas de salud. Por eso, cuando se toma conciencia, las personas se sienten realmente culpables.
¿Cómo diferenciar el hambre emocional del hambre fisiológico?
Saber diferenciar el hambre fisiológico del hambre emocional no es tan fácil, aunque existen algunas pautas:
El hambre real va surgiendo de forma progresiva y se incrementa a medida que pasa el tiempo desde la última comida. Se inicia en el estómago y permite decidir, de forma consciente y deliberada, qué alimentos ingerir. En general, cuando se come por hambre real, se opta por opciones nutritivas y saludables.
El hambre emocional aparece de forma súbita y repentina. Se manifiesta como una imperiosa necesidad de comer que surge en la mente, a partir de las representaciones mentales de los alimentos. El impulso es tan fuerte que no se puede controlar qué se come y en qué cantidad. Se cae, automáticamente, a los alimentos ultraprocesados con escaso valor nutricional.
Factores
El hambre emocional se desencadena, principalmente, por la incapacidad para escuchar al propio cuerpo. Por lo general, aparece al no saber distinguir las sensaciones fisiológicas de hambre de otras manifestaciones emocionales de ansiedad, tristeza o ira. Así, esta confusión puede llevar a creer que uno está hambriento cuando realmente no es así.
Por otro lado, la falta de recursos de gestión emocional también es un factor importante. Tal vez, alguien es consciente de que lo que siente ansiedad y no hambre. Sin embargo, si no sabe cómo manejar esa emoción.
¿Cómo evitar comer de manera emocional?
– Elegir alimentos saludables
– Tratar de conectar con las sensaciones interoceptivas, escuchar al cuerpo
– Adquirir recursos para gestionar las emociones, técnicas de relajación, ejercicio físico o escritura terapéutica
– Tomar agua
– Comer tranquila y sentado
– Identificar si realmente tenemos hambre