¿Alguna vez evitaste visitar a un amigo en casa por temor a encontrarte con su perro? ¿Entraste en pánico al observar una cucaracha en la acera en una noche de verano? Entonces, tal vez padezcas zoofobia.
El miedo a los animales es común y, en ocasiones, está justificado. Sin embargo, cuando es desproporcionado o interfiere con la vida diaria se vuelve necesario abordarlo.
El miedo atávico a los animales es compartido por muchos seres humanos y se encuentra relacionado con las memorias e instintos que heredamos de nuestros antepasados. Temer ser atacados por un animal si nos encontramos solos en un bosque por la noche es razonable. No obstante, en ocasiones se vuelve irracional y excesivo y es aquí cuando pasa a denominarse fobia.
¿Qué es la zoofobia?
La zoofobia es un miedo intenso, persistente e irracional hacia los animales. Se trata de un conjunto de fobias específicas que pueden presentarse de forma aislada o combinada.
Así, hay quien teme específicamente a los perros (cinofobia), a las ratas (murofobia) o a las abejas (apifobia), entre otras opciones. Sin embargo, en algunas personas este miedo se extiende hacia varios animales, siendo muy pocos los casos de fobia generalizada hacia todos.
Al tratarse de una fobia específica, los síntomas son los propios de esta categoría diagnóstica:
- Miedo intenso, excesivo y desproporcionado hacia los animales: uno o varios, en función del caso.
- La persona es consciente de que su temor es irracional, pero no logra dejar de experimentarlo.
- Se evita todo contacto con el animal temido o se escapa de su presencia lo antes posible.
- Si no hay posibilidad de huir de la situación, esta se soporta a costa de un gran malestar. Incluso pueden padecerse ataques de pánico.
- La ansiedad y el temor generan un malestar significativo o interfieren con el normal funcionamiento de la vida diaria.
¿Cómo se manifiesta?
La zoofobia es un trastorno de ansiedad y, por lo mismo, presenta manifestaciones a distintos niveles. Así, ante la presencia del animal temido pueden aparecer síntomas fisiológicos como taquicardia, sudoración, opresión en el pecho, mareo o molestias estomacales.
Por otro lado, a nivel cognitivo surgen sensaciones de inquietud y agitación, así como miedo a perder el control o a sufrir un daño. La preocupación puede presentarse de forma anticipatoria. En este caso, surgen pensamientos negativos ante la sola idea de poder estar en un futuro próximo cerca del animal.
Por último, a nivel motor se manifiestan conductas de huida, escape y evitación. También es común que la persona se muestre hipervigilante en situaciones donde exista la posibilidad de entrar en contacto con el estímulo temido.
¿Cuál es el origen de la zoofobia?
Las causas de la zoofobia pueden ser distintas. Como antes comentamos, los miedos atávicos juegan un papel importante. Pero además, otro tipo de situaciones y vivencias personales pueden influir en el origen de este temor a los animales:
- Haber sido atacado por un animal o haber experimentado una situación desagradable con el mismo.
- Ser testigo de una vivencia negativa de otra persona en relación con un animal.
- Aprender, mediante modelado, conductas y actitudes de temor hacia los animales. Por ejemplo, cuando un niño crece con padres con fobia a los perros.
Tratamientos disponibles
El tratamiento de elección para la zoofobia, al igual que en el resto de las fobias específicas, es la exposición. Esta puede llevarse a cabo de diversas maneras.
La exposición en vivo es la más eficaz. Consiste en exponer progresivamente a la persona a situaciones que involucren la presencia del animal temido. De este modo se habitúa y comprende la inocuidad de aquello que teme.
Sin embargo, la exposición en vivo no siempre es posible. Por ejemplo, si una persona tiene fobia a las abejas o a las arañas no es sencillo organizar y programar exposiciones graduales a estos animales. Por ello, en estos casos se pueden emplear otras alternativas, como la exposición en imaginación o la realidad virtual.
También resulta muy positivo entrenar a la persona con zoofobia en alguna técnica de respiración o relajación. Esto le permitirá regular la activación y reducir la ansiedad cuando haya de enfrentarse al estímulo temido. Del mismo modo, es necesario reestructurar los posibles pensamientos disfuncionales respecto al animal y el daño que puede causar.
Vivir con zoofobia
Las consecuencias de la zoofobia no tienen siempre la misma gravedad. En algunos casos se trata de un trastorno relativamente poco incapacitante, ya que la persona puede evitar el contacto con los animales temidos. Por ejemplo, si alguien tiene miedo a los peces será suficiente con no acercarse a mares y ríos.
Sin embargo, en otras ocasiones el temor interfiere con la vida cotidiana de la persona. Por ejemplo, quienes tienen fobia a las palomas; evitan por todos los medios los espacios públicos donde pueden encontrarlas.
Por lo anterior, muchas veces la persona con zoofobia simplemente aprende a convivir con su temor. Dado que el tratamiento es sencillo y eficaz, merece la pena abordar el trastorno y darle solución.
Fuente: Mejor Con Salud