Por Marina B. González, Lic. en Psicología y profesora adjunta de «Psicología y alimentación» de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.
Estamos atravesando un momento histórico y muy particular que puede no solo dar lugar a sentimientos de incertidumbre, temor y preocupación, sino también generar cambios repentinos y significativos en nuestra rutina.
Uno de esos cambios es cómo nos alimentamos durante la cuarentena. Tomar medidas drásticas respecto de cómo comemos no es bueno. Es importante tratar de encontrar un equilibrio entre el desborde y la sobreexigencia. Pero, ¿cómo es posible lograrlo? Hay ciertos puntos a considerar.
El primero, es que antes de implicarse en cualquier tipo de decisión alimentaria es fundamental consultar a un profesional. Esto es primordial para evitar caer en propuestas «mágicas» o «facilistas» que no son representativas de nuestras necesidades nutricionales.
Un segundo punto, es la importancia de preservar las rutinas. Necesitamos horarios para trabajar, para el ocio, para dormir y para comer. No es necesario volvernos estrictos, pero si intentar llevar a cabo una rutina que nos ayude a organizarnos y conectarnos con cada momento. Que nuestra mente y cuerpo se dediquen, en ese momento, a esa actividad que estamos llevando a cabo, las otras vendrán después, en sus respectivos horarios.
Dada la importancia de conectarnos con cada momento es que surge un tercer punto, comer de manera consciente. Es muy frecuente comer mientras hacemos otras cosas, mientras pensamos en otras cosas. Comer de manera consciente propone conectarse con el momento presente; ser activos en la manera de alimentarse; prestar más atención a lo que se come, en qué cantidades y qué variedad.
Comer de manera consciente fomenta el autoconocimiento y la autorregulación. Es poder conectarse con lo que nos gusta, con disfrutarlo y también con la cantidad de comida que se ingiere.
El cuarto punto, está muy vinculado al momento que estamos viviendo. Muchas personas pueden comer porque se sienten ansiosas, preocupadas y no porque tienen hambre. En este momento tan particular, la ansiedad puede incrementarse significativamente como respuesta a las múltiples incertidumbres y preocupaciones propias de una circunstancia que no hemos atravesado antes y para la cual no estábamos preparados.
El acto de comer puede tener, entonces, un objetivo emocional, puede volverse un acto «tranquilizador» o «gratificante». Pero esa sensación es efímera y no resuelve las necesidades emocionales. Por eso, es necesario buscar espacios con actividades que resulten agradables, hacer aquello que para cada uno sea gratificante. Así, la mente estará ocupada en otra cosa que no sea la comida y además, aumenta la posibilidad de obtener el bienestar emocional que se está buscando.
El último punto, tiene que ver con los alimentos que se tienen en casa. Aquí es donde surge el concepto de «compra inteligente». Los productos que elegimos cuando vamos a comprar son fundamentales para la alimentación que vamos a tener. Por ello, es muy importante pensar, antes de ir a comprar, qué vamos a necesitar, anticipando posibles platos y armando un listado que evite la elección de productos al azar, y nos ayude a seleccionar aquellos que nos permitan mantener una alimentación variada y rica en nutrientes.
Estamos viviendo un momento que puede ser difícil, para el cual no estábamos preparados, y en el que estamos intentando hacer lo mejor que podemos. Es muy importante no sobreexigirse, pero si cuidarse. Por eso, al pensar en la alimentación, es recomendable no tomar medidas drásticas sino intentar buscar un equilibrio, «sin desbordarnos ni privarnos».