-A veces la tristeza, mi querido Inocencio, está llena de belleza, y ella misma es inspiradora para grandes cosas. A veces la tristeza fecunda a la filosofía y nos lleva a preguntas tales como: ¿qué es la vida?
-Romántico y nostálgico hoy, mi querido Candi.
-Es que tenía ganas de leer un poema y elegí a Unamuno. Y de entre su rica y amplia obra, repasé ese poema que le dedicó a su perro cuando murió.
-“Elegía en la muerte de un perro”, ¡qué belleza!
-Una parte de su poesía está llena de filosofía:
“Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir tus ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria.
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo…!
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo.
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará blandiendo en alegría,
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios porque te has muerto.
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en estos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿A dónde vamos, mi amo?
¿A dónde vamos?
-Es simplemente maravilloso, profundo, amoroso ¿Por qué será, Candi, que en general los genios aman tanto a los animales?
-Porque en ellos encuentran la pureza, la inocencia, la bondad que solo es posible encontrarla entre los niños y algún perdido adulto. Porque ellos no comieron del árbol del conocimiento y aun si hubiesen comido elegirían el bien y no el mal, como lo hizo el hombre. Porque el genio comprende dónde está la verdad y porque al no comer del árbol del conocimiento, en mis hermanos animales no hay pecado. “Si supieras, mi perro, / qué triste está tu dios porque te has muerto” ¡Qué espíritu sensible el de Unamuno! ¡Qué eslabón puro, como su perro, en esta larga cadena de soledades y traiciones!
-Y el final, ¡ah, el final!: “Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarlos así les preguntaba:
¿A dónde vamos?”