Por Mónica Sagaón Deheza
Máxima exponente del Surrealismo desde que era una niña pequeña, la inglesa Leonora Carrington, siempre se comunicó con los espíritus de los seres mitológicos celtas que conoció a través de su nana y de su abuela materna de origen irlandés. Siempre fue una rebelde absoluta, nacida en 1917, en una familia acomodada, pues su padre tenía fábricas textiles en Manchester, tuvo siempre una relación muy complicada con él, pues no se atenía a reglas y convencionalismos.
Leonora se enamoró del arte desde que era muy joven, pero siempre reflejando el riquísimo mundo interior que experimentaba. No fue solo una gran pintora y escultora, también fue escritora.
Leonora Carrington conoció al pintor Max Ernst en 1936, quien ya se encontraba muy involucrado en el movimiento Surrealista, y abandonó definitivamente su hogar para seguirlo, aunque él le llevaba 27 años y estaba casado. Por cierto, Ernst fue quien la llamó “La Novia del Viento”. En esta etapa convivió con muchos artistas de la época como Miró, Picasso, Dalí, entre otros, e incluso conoció y enfrentó a André Bretón, quien se considera como el padre del Surrealismo, pues ellos no la valoraban y la consideraban más bien una musa, pero el tiempo fue probando el valor único de Leonora Carrington, llegando Bretón a decir de ella, mucho tiempo después: “Contempló el mundo real con los ojos de la locura y a la locura del mundo con un cerebro lúcido.” Leonora expresaba que ella “simplemente aterrizó en el Surrealismo, pero que nunca preguntó si tenía derecho a entrar al movimiento.”
Posteriormente, cuando Max Ernst fue detenido y enviado a un campo de concentración, Leonora tuvo una tremenda crisis y fue recluida, por instrucciones de su propio padre, en una institución mental en España, donde padeció mucho y fue sujeta a tratamientos terribles, sin embargo, logró salir de ahí y gracias a su fortaleza pudo huir a Portugal, donde el periodista mexicano Renato Leduc quien trabajaba en la Embajada de
México, la ayudó a huir a Estados Unidos, para lo cual, se casaron. Tiempo después llegan
a la Ciudad de México, y Leonora vuelve a encontrar a los artistas europeos con quienes
había convivido en París, particularmente se reencuentra con quien será su gran amiga
siempre, la pintora española, también surrealista, Remedios Varo, y desde 1942 se nacionaliza mexicana y se enamora de las culturas y seres mitológicos prehispánicos, interesándose también en procesos de alquimia, con los que experimentaba incluso en su propia cocina.
En 1944, en las reuniones realizadas entre los artistas vanguardistas exiliados de
Europa tras la guerra, conoce al fotógrafo húngaro judío Emérico “Chiqui” Weisz, ex.compañero de Robert Capa y se casa con él, permaneciendo juntos hasta la muerte de Weisz, en 2007.
Las obras de Leonora son verdaderamente mágicas, personales y llenas de significados. Entre las más famosas, podemos mencionar en pintura el “Autorretrato” o.»La Posada del Alba” que fue de sus obras incipientes pues fue realizada en 1937.
En cuanto a su faceta como escritora una de sus primeras obras fue “La Dama Oval”, de 1939. Leonora escribió novelas, cuentos, poemas y obras de teatro, tanto en inglés como en francés y español, destacando “La casa del Miedo: Memorias de Abajo”, también de 1938, donde de manera novelada presenta el testimonio autobiográfico de su paso por el jospital psiquiátrico donde estuvo recluida.
Ya en México, asentada con Weisz y habiendo tenido 2 hijos, dio rienda suelta a su
creatividad hasta sus últimos días, fue una artista surrealista completa que incursionó en
prácticamente todas las disciplinas artísticas y tuvo una gran producción de obra, que con
el apoyo de Edward James, fue expuesta y vendida también en Estados Unidos. Creó muchísimas pinturas, esculturas, obras escritas e ilustradas, obras de teatro, incluyendo creaciones de vestuario y escenografía.
Existe un mural muy interesante que se encuentra en la Sala Maya etnografía en el 2º piso del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, que le fue encargado en 1963, llamado “El Mundo de los Tzotziles” que refleja la fascinación hacia lo místico y lo mitológico, donde unió a su mundo mágico, el imaginario de la cultura prehispánica,
expresándolo a la manera de los trípticos renacentistas.
Leonora Carrington fue una artista grande y completa, además de compleja e interesante y una mujer con una personalidad única, por lo que tener contacto con cualquiera de sus expresiones es un privilegio y una gran alegría, búsquenlas y
disfrútenlas. Fue un alma libre y rebelde, definitivamente si fue “la novia del viento” hasta
su muerte en 2011.
Portada: AUTORRETRATO ( LA POSADA DEL CABALLO DEL ALBA)
1937/1938 Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, Estados Unidos
H.A. Mónica Sagaón Dehesa
@inquietas_x_arte