Para pensar

Charlas de Candi: La bondad agonizante, a punto de morir y un ¿qué estoy haciendo?

-Estaba ahí, tirada en el piso en la mañana de ayer. Eran la bondad, la mansedumbre, la inocencia, agonizantes, a punto de morir.

-¿De qué está hablando Candi?, no lo entiendo.

-De una paloma que aleteaba desesperada en sus últimos minutos de vida. Y hablo también de un ser humano posiblemente loco, espécimen raro (yo) que justamente pasaba por allí, y que ahora mismo le está dedicando estas líneas a esa paloma y a lo que ha significado y significa esa escena.

-Antes de que prosiga, y porque sé que está charla se extenderá un tanto y todas sus palabras no alcanzarán en las redes, déjeme que le diga a los lectores, a los seguidores. que pueden leerla completa en www.elquiddelacuestion.com.ar y que al pie de este comentario encontrarán directamente el link de esta charla. Ahora prosiga.

-No hay que confundirse Inocencio, las almas nobles y buenas no deben entrar en confusión: cuando un animal muere, no es una criatura inferior y a la que hay que prestar poca atención la que muere, nada de eso, es la “vida” la que acaba. No importa de que criatura se trate, la “vida” está por encima de todo. Cuando vi a esa paloma ayer en su final, vi a tantos niños, jóvenes, buena gente, que mueren prematuramente, cuando aún tenían todo para dar. Cuando vi a esa paloma moribunda, a escasos segundos del último respiro, me acordé de esas mamás jovencitas a las que la muerte arranca de un manotazo de este mundo y se van desesperadas dejando a sus hijos con el corazón mal herido. Y no es que imagino a esas personas; no Inocencio, las he conocido, he conocido sus historias, algunas desgarradoras. En la paloma vi la “vida” desvaneciéndose ¿Me entiende amigo?

-Por supuesto. Creo que usted, como la paloma, como tantos hijos, como tantos padres en momentos cruciales, se preguntó ¿por qué está pasando esto? ¿Qué sentido tiene la vida si al final, y a veces tempranamente, sucede esto?

-Creo, Inocencio, que hay que diferenciar entre vida y existencia. Uno vive cuando le da un buen sentido a su existencia.

-¡Vaya!, interesante: “Uno vive cuando le da un buen sentido a su existencia”. Los violentos, hipócritas, injustos, desleales, traidores, rencorosos, mezquinos, indiferentes, manipuladores y especuladores no viven, solo existen.

-Y más tarde o más temprano pagan por solo existir. Creo en eso. Ahora, debo confesar algo, porque en mis escritos me confieso (ya lo saben algunos): al ver ayer a esa pobre paloma a punto de morir debí hacer algo. Sé que era vano, porque su estado era irreversible, pero no obstante debí intentarlo. No lo hice. Seguí caminando afligido por ella y por mí. Y este es el punto más importante de esta charla, me pregunto: ¿¡qué estamos haciendo por los que sufren, por los que lloran, por los que están en soledad, por los hambrientos!? ¿Qué estamos haciendo mientras algunos impresentables hacen imposible la vida de los buenos?  Y estas preguntas son una invitación a reflexionar.

-Permítame que cierre yo esta charla, Candi.

-Sí, claro Inocencio.

-De algo estoy seguro y es de que la existencia de la paloma tuvo un sentido. Tal vez dejó otras vidas que andarán ahora mismo volando, tal vez no, pero lo impulsó a usted a escribir esta columna, a dejar este mensaje y ese fue un gran sentido para esa vida. Lo empujó a usted a recordar a algunos niños, jóvenes, gente buena que se ha ido y a preguntarse ¡¿Qué estamos haciendo por los que sufren?! No es poco, amigo mío. Y nos impulsa a decir que no es válido preguntarse ¿qué sentido tiene la muerte?, sino que lo justo y necesario es preguntarse: ¿qué sentido debo dar a mi existencia? Y no solo se trata de la muerte biológica, no Candi, porque hoy mueren, uno tras otro, los sueños, las esperanzas, los deseos y tantos valores. La paloma, esa “vida” terminada en este plano, debe quedarse satisfecha si al menos otro loco como usted lee esto y se queda pensando y preguntándose: “¿pero, qué estoy haciendo con mi vida?”