A 10 años de su fallecimiento

«Donemos vida»: el legado de Florencia Staffieri


Hoy se cumplen 10 años de la desaparición física de Florencia Staffieri, fundadora  de «Donemos Vida» y desde EQC Mujer la recordamos reeditando una nota sobre su legado. 

«Donemos vida», es el legado que dejó Florencia Staffieri, la huella que marcó en el paso por este plano existencial y que su familia y sus amigos continuaron para honrarla. En este universo nada se pierde, todo se transforma y seguramente desde el lugar que ocupa Flor en este momento se debe sentir orgullosa al ver que sus padres y hermanos siguieran  su camino para lograr el bienestar de otras personas trabajando, ininterrumpidamente, mediante campañas y colectas permanentes para concientizar sobre la donación de sangre y médula ósea. Reproducimos una biografía escrita por su familia para una nota publicada en Revista La Misión en la edición de junio del año 2012.

 

Biografía de Florencia escrita por su familia:

Miércoles 30 de junio, 9.15 de la mañana. Sanatorio Centro. Nacía Flor. Desde ese día supimos cómo iba a ser ella el
resto de su vida: Tranquila, amiguera, e independiente. Siempre fue particular, fue medio año antes al jardín, por el solo
hecho de poder compartir más momentos con su hermana. Llegó el año 1986, y con otro miembro en su familia ingresó a
San Patricio, el colegio en el cual iba a pasar su infancia y adolescencia. Iban transcurriendo los años y fue consolidando su carácter. Le podía ganar muchas veces su timidez, pero a su vez era muy segura de lo que hacía o dejaba de hacer. Pasar tiempo con sus amigas, ir a natación y pintar formaban parte de su rutina preferida. Amaba ir de vacaciones a la playa, andar en bicicleta, hacer fogones y sobre todo ir a bailar con las chicas. Llegó el último año de colegio y su vocación de estudiar Medicina. Empezó una nueva etapa de su vida, con gente nueva que rápidamente logró conocer y formar
una linda amistad. Fueron tiempos de mucho estudio, nuevas responsabilidades y sobre todo de mucha diversión.
Aprovechó para viajar, experimentar y simplemente ser feliz. Hasta aquí fue la vida típica de una adolescente que comenzaba a ser una mujer. Dentro de los rasgos de su personalidad, hubo uno muy destacado: su decisión. Incluso en los momentos más duros pudo preservar esta característica que, sin lugar a dudas, la ayudó a sobrellevar muchas situaciones extremas. En septiembre de 2005 recibió la peor de las noticias: le diagnosticaron un linfoma de células T no Hodgkin. Mientras realizaba el tratamiento, continuó con su carrera y pudo recibirse. Fue uno de los logros que más disfrutó ya que
estos últimos años fueron muy duros.
Durante el transcurso del practicanato en el Hospital Roque Saénz Peña y la concurrencia en el Sanatorio Americano, comenzó a amar realmente su profesión y a entender al médico de otra manera.
Comprendió que no sólo se trataba de diagnosticar sino que el médico debía ser un poco amigo, un poco consejero, un
poco comprensivo, solidario y sobre todo humano.
Llegó diciembre de 2009 y los preparativos de las vacaciones. Fue uno de los viajes que más disfrutó planear y por las
cosas de la vida nunca llegó a realizar.
Mientras se hacía los chequeos de rutina descubrieron que el linfoma había mutado a una leucemia aguda de células
dendríticas. La enfermedad se mostró con todas sus garras y provocó fuertes dolores que obligaron a realizar una quimioterapia agresiva durante todo el año 2010. La cura se redujo a una sola posibilidad: el trasplante de médula ósea.
Ninguno de sus tres hermanos resultó ser compatible y ahí comenzó la incansable búsqueda de un donante no emparentado en el Registro Mundial a través del Incucai.
Pasó el tiempo y ya no se pudo esperar más, los médicos plantearon como única posibilidad el trasplante con la médula de su mamá aunque no fuese totalmente compatible. El pronóstico era riesgoso. Después de muchas consultas
y aún sabiendo que el panorama era bastante desalentador Flor decidió que se jugaría el todo por el todo y se aferró
con toda su fuerza a sus ganas de vivir.
El 17 de marzo de 2011 se realizó el trasplante. Fueron varios meses de internación, meses muy duros. A pesar de
todo, se mantuvo activa, con ganas, escuchaba música, pintaba mandalas, les escribía a sus amigas, jugaba a las cartas
y trataba de sobrellevar la situación con mucha entereza, sin quejarse.
Hoy escribimos estas líneas porque Dios decidió distinto y no quiso prolongar su sufrimiento. Con mucho dolor intentamos todos los días de comprender esta realidad y tratar de seguir adelante, no sólo por nuestro bien sino porque
esto sería lo que Flor hubiese deseado.

Nuestra misión desde el 12 de julio del 2011 ha sido y seguirá siendo honrarla en vida. Que todo lo que aprendimos de ella, de su enfermedad, de su dolor y de su lucha no quede en la nada. Seguiremos en este camino y no perderemos el rumbo jamás, como decía la Madre Teresa “A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el
mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”. Flor marcó esta diferencia en nosotros y esperamos que pueda hacerlo en la vida de todos ustedes.