Una profesión especial

Día de la enfermera: una visión desde la propia experiencia

Por Clara Porta*

La profesión de enfermería es quizás, una de las disciplinas más antigua. El hombre, desde su nacimiento trae un conjunto de rasgos biológicos que influyen en su conducta: el hambre, el sueño, percepciones de frío, calor, dolor, entre otros, que en determinado momento lo convierte en un ser vulnerable y requiere de cuidados, para conservar su salud.

El cuidar, es la función específica de la enfermería. Se debe proceder con conocimientos, actitudes y destrezas que sólo se logra con el estudio profundo y sistemático del  hombre y su entorno. La persona es un ser con “necesidades”.  Se entiende como necesidad a “las actividades requeridas por un individuo para su supervivencia y bienestar”. Las que fueron mutando junto a sus valores humanos, en concordancia al estilo de vida;  y  sitúan al profesional de enfermería, ante el dilema de saber si lo técnicamente correcto es lo moralmente adecuado.

Las enfermeras  siempre están presentes  en los dos extremos de la vida: en el nacimiento, y en la muerte. Poseen esos dos  privilegio: dan la bienvenida  al nuevo ser, comparten la alegría de los familiares  y  también,  acompañan a quien se va, en ese viaje hacia un mundo desconocido, frente a lo que se debe estar preparado. Especialmente si  por diferentes razones, el paciente llega a esa última etapa en soledad. Cuando ello ocurre, el desamparo del individuo es absoluto. Y encuentra en la enfermera el único sostén de vida, compañera y amiga. Y en ella confía. En ése instante, el paciente se anima a decir lo que jamás dijo, sabe que la enfermera guardará ese secreto hasta su propia muerte, y así es.  Esa situación, genera incertidumbre, angustia y miedo. Si es difícil despedir a un anciano y contener a la familia, resulta mucho más complejo asistir, cuando quien se va es un joven o  un niño. Causas principales del síndrome de Burnout en las enfermeras que, por muchos años, trabajan en cuidados críticos.

Florence Nightingale sigue siendo un icono en nuestra historia. En oportunidad de visitar la ciudad de Londres, logré llegar hasta el hospital Saint Thomas, donde trabajó (1860), y se ganó la calificación de “la dama de la lámpara”. Primera enfermera profesional que además, se encauzó en la espinosa aventura de formar a otras enfermeras alcanzando ser también, la primera enfermera estadística. Y, entre otros reconocimientos, obtuvo la condecoración por su labor en la guerra de Crimea. Resultó muy emocionante encontrarme con objetos que fueron parte de su equipo de trabajo.

A ella, le siguieron otras grandes maestras, como Leininger, Oren, Collier, Henderson, que dieron un giro al cuidar y que se centraron en el Holismo. El proceso salud-enfermedad fue tomando otro significado. Incluyendo un sinnúmero de situaciones ligadas a factores sociales, económicos, políticos, ambientales que, indefectiblemente, inciden en las intervenciones y los resultados.

Esta visión de la práctica de enfermería, supone un proceso integrador. Obliga a que los profesionales de la salud nos cuestionemos críticamente para encontrar posiciones filosóficas, de lo que es bueno, malo, correcto, incorrecto referido a los intereses de quienes son atendidos y de quien brinda cuidados. Para lo cual, creo que es fundamental considerar las actitudes. La tecnología de mediciones precisa, irrumpió en el ámbito de la salud como prueba de reemplazar al hombre, sin embargo, es oportuno tener presente que el contacto humano es insustituible.

 

 

*Docente de la Escuela Superior de Enfermería del Hospital Provincial de Rosario-