Para reflexionar

Charlas de Candi: Muy lejos de la Vida está el mero permanecer


-Antes de referirme al asunto de la vida y el mero existir, quisiera decirle, amigo mío, que estos son tiempos difíciles en el mundo entero, pero particularmente en algunos países como el nuestro, en donde ciertos valores se encuentran moribundos (sino muertos). La ética, la moral, la justicia (en su amplio espectro), la paz, la educación, la empatía, el amor, han sido heridos gravemente por una sarta de corruptos, fanáticos, estúpidos, resentidos, que desde hace mucho tiempo tienen en sus manos los destinos del hombre común. Un hombre común que, a veces (y no sé en qué cantidad) los tolera y los defiende. Las personas sensatas, que tratan de hacer de la independencia ideológica, la paz interior y social, el bienestar personal y general un modo de vida, son las que sufren. Esta gente es la mayoritaria y silenciosa, es la que ante el dolor del prójimo siempre tiende su mano, es el ser humano solidario, sensible, bueno. A esta gente debemos decirle que es menester resistir y no solo resistir para permanecer, sino resistir y vivir con todo lo que ello significa. A esta gente debemos recordarles las palabras del general De Gaulle a los franceses, desde Londres, cuando los nazis y los traidores a Francia ocupaban el territorio: “ocurra lo que ocurra, no debe extinguirse y no se extinguirá la llama de la resistencia francesa”. A esta gente, y parafraseando al líder de la Resistencia, debemos decirle que ocurra lo que ocurra no debe extinguirse la esperanza, la fe, el empeño y el compromiso por un mundo y una Patria mejor.

-Lo que acaba de decir, a modo de introducción tiene que ver con la diferencia entre permanecer y vivir.
-Sí, podemos permanecer sentados, resignados, viendo cómo se nos desmorona todo sobre nuestras cabezas en circunstancias adversas, o podemos elegir vivir, ser. No hemos sido creados para permanecer sin ser, sino para vivir
-¿Cómo es eso de permanecer sin ser?
-Quien permanece no vive, y solo vive quien crea. La vida es creación permanente y para crear hay que luchar. Luchar con esperanza, con fe, con empeño y perseverancia, con una inquebrantable voluntad de alcanzar el propósito sin importar las circunstancias. Al ver a grandes seres humanos, tales como artistas, pensadores, científicos, escritores, grandes estadistas, he estado tentado alguna vez a pensar que solo a ellos les está reservado la maravillosa y magnífica tarea de crear. Mas sin embargo, mi buen amigo, la vida, el tiempo y sus irreductibles circunstancias, me enseñaron que todos estamos llamados a crear, debemos hacerlo. Los grandes líderes (no algunos ratoncillos de grosera luminiscencia) son luces que iluminan la pequeña acción de cada uno de nosotros. Una pequeña acción en la Tierra, que retumba poderosa y extraordinaria en el Cielo. Es un error, y hasta un pecado, menoscabar nuestra pequeña creación de cada día, Inocencio, porque el Orden Superior no considera la cantidad de nuestra obra. Le diría que ni siquiera evalúa minuciosamente la calidad de la misma, sino el amor que se puso en el trabajo realizado. Por tanto, las almas se ubican en el plano metafísico según el “amor creativo” y no de acuerdo con el resultado logrado.
-Hum, ¿no es demasiado tolerante esa divinidad?
-Usted no será Borges, ni Tolstoi, ni Camus, pero será un extraordinario escritor para el Orden Superior si esta misma tarde, amigo mío, se dispone a escribir una carta a su ser amado en donde le expresa su sentimiento; será el educador más extraordinario si aconseja bien a un amigo o a su hijo; será el filántropo más grandioso si le da un alimento hoy al pobre y olvidado que está abandonado en la esquina de su casa. No espere el aplauso del mundo, ni la gloria concedida por los hombres. Cree para usted mismo y para el Orden Superior, porque allí se encuentra la verdadera gloria. No desestime usted la pequeña y minúscula acción creativa, pues aunque pequeña para los hombres, es grandiosa para Dios y absolutamente necesaria para la creación. Y no quedará sin ser conocida ni recompensada.