Para reflexionar

Belmondo: una generación de oro y valores que se van apagando – Charlas de Candi

-Una profunda nostalgia, una tristeza indisimulada, me invadió al observar la despedida que Francia le hizo a Jean Paul Belmondo. Fue un buen actor, pero también símbolo de un tiempo bueno que se va; que casi se fue, amigo mío, querido Inocencio.

-Tiempo que, aun con sus injusticias, estuvo signado por valores que hoy son extraños, raros ejemplares en el corazón de algunos seres humanos. Valores que se mantenían intactos, en plenitud, en buena parte del alma de la humanidad y que hoy son flores exóticas en ciertos espíritus. Cuando vi marchando a los policías parisinos (¡cómo extraño París!) portando el féretro de Belmondo, llevándoselo, y a esa gente llorando y aplaudiendo, creí ver a tantos hombres y mujeres que ya se han ido y que se están yendo; hombres y mujeres pertenecientes a un tiempo en donde el respeto, la cortesía, la palabra, el amor, el talento, el trabajo, el esfuerzo, es decir lo bueno prevalecía por sobre lo malo.

-Un tiempo Candi, en donde aún con nuestros errores, defectos y pecados, no habíamos perdido lo más importante que tiene el corazón humano: la sensibilidad, la capacidad de conmoverse y reaccionar con tolerancia y misericordia.

-Y la capacidad de la razón de reflexionar y acompañar al corazón en la titánica y loable tarea de comprender y perdonar, de empatizar, de ponerse en el lugar del otro. Hoy, las circunstancias, el sistema, el mercado, el individualismo salvaje, las burdas luces y sus efectos, como un bosque tóxico y monstruoso, tapan esas bellas flores, las marchitan sin escrúpulos ni contemplaciones. Arruinan el jardín de la vida.

-La soledad que se apodera del corazón del ser humano en todas partes del mundo (mal de estos días); esas miradas perdidas en la tristeza; esas almas abandonadas y que muchos no ven porque están ensimismados, atrapados, en las falsas opciones de la vida social posmoderna, son el resultado, las consecuencias de valores que se van perdiendo.

-Siempre recuerdo las palabras de Shakespeare en su célebre obra Macbeth, y siempre las escribo porque me parece que son un toque de atención para aquellas almas que todavía no han perdido la sensibilidad, que aún no fueron atrapadas del todo por el bosque oscuro del mundo de estos tiempos: “la vida es una sombra que pasa, un mal actor que se agita y se pavonea en la escena y luego no se le oye más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, y que nada significa». Sí, la vida es una sombra que pasa muy rápidamente, pero darle un significado, un sentido importante, depende de cada uno de nosotros.

-¿Cuál sería ese sentido?

-El atreverse a ser distinto hoy, a romper con los moldes que nos imponen el sistema y aquellos contaminados por la cultura posmoderna, a sentir y decir sin temor: “te amo”, “te perdono”, “perdoname”. El atreverse a defender valores que siempre serán necesarios para la humanidad. A no perder esa parte del espíritu que nos hará retornar a la verdad cuando seamos hechos prisioneros por la mentira. Esa generación que se está yendo, y a la que pertenezco, querido Inocencio, no era santa, no era perfecta, pero en la intimidad del “yo” guardaba como un tesoro, en un cofre bien guardado, la sabiduría como para no ir más allá de lo debido. La sabiduría que impedía pisotear virtudes que hoy están siendo azotadas, atormentadas y asesinadas. Y por eso, nada más que por eso, hoy se sufre. Sin embargo, tengo fe en que vendrá un mundo nuevo, en donde el amor reine. Es necesario decir estas cosas para que las almas sensibles, confundidas por el siniestro sistema, vuelvan a casa. Au revoir Belmondo